28 enero, 2015

Roraima: el viaje que cambió mi vida

Quise escribir este viaje por capítulos, un viaje largo, lleno de anécdotas, sentimientos, alegría y llanto, un viaje que me dejó con un sabor dulce y amargo que sabrán porque fue así a medida que lean lo que escriba, es difícil después de tantos días llenándote de vida, llegar a la rutina, pero es una cosa que he aprendido a controlar. Este es el tipo de viajes que cambian la vida, donde aprendes a escucharte y a oírte cada vez mejor, donde sientes porque estás vivo y aprendes a ponerle rumbo a tu vida. Espero que les guste.




Desde que volví del Roraima no he dejado de pensar en cómo habría sido si no hubiese ido en este momento, a mis veinte años, en mi juventud.  No puedo dejar de pensar ni un instante en este viaje, uno de los mejores que en mi vida he hecho.

Siempre recuerdo que desde que era un niño mi sueño fue subir al Roraima, a esa pared gigante de piedras desde donde lejos en la sabana se ven hilitos de agua desprendiéndose de la cima. Desde el primer momento que lo vi me dije a mi mismo que no sería fácil el día que decidiese subirlo, y no lo fue.


Decidí buscar personas para formar un grupo, yo no quería que fuese de tantas personas pero al final, Henry y yo le dijimos a tantas personas que no podíamos dejar a nadie por fuera. Empezamos con una lista de veinticuatro y terminamos yendo diecinueve. Me imaginé la locura de un viaje con tantas personas, cada quien con un pensamiento distinto y con ganas de hacer otras cosas. Decidí ser el líder desde el primer día, desde Valencia llamaba a Ildemaro, quien sería nuestro guía. ¡Qué personaje!. No me arrepiento ni un segundo de haber compartido con él, aprendí de la sabana, de la vida, de los misterios del Roraima, del Matawi y del Wadaka como nadie.

Este viaje fue así, espero que no les aburra, fue una aventura muy loca, aprendí muchísimas cosas y lo mejor es que compartí con personas inigualables.

Día 1

Los buses del terror



Y así nos fuimos. En un expreso salimos desde el terminal de Valencia, lo esperamos por más de dos horas. Decidimos viajar por Expresos Ayacucho porque fue la única empresa que nos aseguró pasaje para Puerto Ordaz el dos de enero. Ese día eramos 14 los que viajábamos, Miguel, Ángel, Langely, Manuel, Eduardo, Livist, Vanessa, Genesis, Rafael, Alfredo, Chiche, los dos Josés y yo. Nos tocó en la parte de arriba del autobús que tenía una cascada cayendo en los puestos de atrás. Sí, una cascada. Según el chofer eran una o dos goticas y a veces un chorrito cuando frenaba, el descaro fue total. Yo era uno de los que estaba en los puestos de atrás y decidí cambiarme luego que todo mi brazo se emparamara. En fin, el bus se paró no menos de 6 veces a dejar o buscar gente, a que el chofer comiera, a que auxiliara  otros buses o a que nosotros nos bajaramos para comer o ir al baño. Hubiese sido un desastre de viaje si no hubiese sido porque hablábamos y nos reíamos de todo. Sin aire que funcionara bien y con un olor nauseabundo que llegaba del baño del autobús, llegamos después de 12 horas al terminal de Puerto Ordaz, me bajé y prometí escribir sobre esta empresa en mi blog, que nada sobre atención al cliente saben. Un dato importante es que existen otras empresas que aparentemente y según muchos comentarios son mejores: Orituco y Occidente. El pasaje nos costó 800 Bs, con 200 Bs de sobreprecio. No había otra opción, teníamos que llegar.

Llegamos al terminal, donde César, otro compañero de viaje, nos esperaba. Buscamos como irnos, dejamos las 14 mochilas arrumadas en un pasillo y buscamos con afán alguien que nos llevara a la sabana, a ese lugar mágico, tierra de una de las etnias más trabajadoras y honestas, la etnia pemón.

Ese día ninguna empresa viajaba para Santa Elena de Uairén, nosotros íbamos hasta San Francisco de Yuruaní, un pueblo de la Gran Sabana, dicen que uno de los más organizados, que queda unos kilómetros antes de Santa Elena. Por la troncal 10.

Llegó un señor y nos ofreció llevarnos por 1200 Bs, habían más personas que necesitaban viajar para Santa Elena ese día y entre todos aceptamos. Sentía que era una estafa pero como ya les dije, teníamos que llegar, nuestro viaje no se podía atrasar por nada del mundo. El terminal de Puerto Ordaz es el más decente que conozco de los que he pisado en el país, hay aire acondicionado, sillas, baños limpios, una pequeña feria de comida y no tiene el desastre típico de un terminal, es muy civilizado.

El autobús nos esperaba fuera, a una cuadra , en la bomba de la esquina. Agarramos todos nuestras mochilas y nos fuimos. Cada uno llevaba en su espalda no menos de 15 Kg, la mía llegó a pesar 22 Kg de todo el perolero que llevaba dentro. Lo bueno es que ese peso a medida que fuimos comiendo, fue bajando. Con nosotros en ese bus íban unos personajes, una señora que nunca paraba de hablar, su nieto, un guía, unos brasileros y otros turistas que iban a la Gran Sabana. A dos horas de camino nos detuvimos en un caserío antes de llegar a Guasipati, donde habían varios restaurancitos, allí algunos comieron y yo aproveché de comprar casabe para todo el grupo, después de hacer la respectiva vaca. Pasó como una hora y subimos al autobús, el chofer intentó prenderlo y nada que lo hacía, sonaba como sin ganas de seguir el viaje, nos dijo que era un “aire” que no permitía que pasara gasoil. Nos tocó esperar, pasaron como tres horas hasta que ya no aguantamos más, queríamos que nos solucionaran el problema, el guía, una chama, la señora y su nieto decidieron perder los 1300Bs y pararse en medio de la carretera a pedir la cola. La consiguieron. Quedábamos menos personas. Ya todos estábamos entrando en desesperación, casi llamamos a la policía para que el chofer y el dueño del autobús dieran la cara. La solución del dueño del bus fue detener a otro bus y pedirle que nos llevara. Eran casi las cinco de la tarde, nuestro sueño de ver a la sabana con luz del sol se nos desvaneció por completo. Sacamos las mochilas y las montamos desesperados en el otro bus, arrancamos y nos quedaban más de ocho horas de camino.

Día 2

Con dos compañeros más


 Después de detenernos varias veces en medio de la carretera, a eso de las 2 de la mañana llegamos a San Francisco de Yuruani. Solo habían dos almas, dos policías sentados en la alcabala esperando que algún carro pasara. La carretera parecía de películas de terror, solitaria y en silencio. Caminamos hasta la cancha de fútbol donde armamos campamento para esperar que amaneciera. Era nuestra primera noche acampando. Comimos y aprovechamos de ir a un baño que decía 10 bs por persona pero estaba abierto y sin nadie cobrando.  Amaneció y agarramos nuestros peroles, nos fuimos caminando cada uno con su mochila en la espalda hasta nuestro destino que sería el campamento de Saro Wapo que en pemón significa “sacrificio del perro”, nunca supe porqué ese nombre. Caminamos y junto a nosotros lo hicieron dos perritos, que fueron bautizados cada uno con dos nombres distintos: unos les decíamos Manchita y Sarnosa y otros les decían Mochila y Sleeping. Ya llevábamos más de una hora caminando hasta que se nos atraviesa un letrero que decía “Río Yuruaní”. Hasta ese momento yo no sabía que existía un salto allí hasta que vimos un letrero más adelante que nos adelantaba lo majestuoso. Eramos en esa carretera una fila de catorce personas con una mochila en la espalda y acompañados de dos nuevos compañeros que nos seguían a todas partes. Caravanas de carros se detenían a vernos, tomarnos fotos y otros solo a quedarse asombrados de vernos. Eramos la sensación de la sabana.




Decidimos bajar hasta el Río Yuruaní, que nace en el tepuy de su mismo nombre. Llegamos a una parte del río donde lo único que veíamos era piedras y agua, nos queríamos lanzar yaaaa. Estabamos agotados porque ya llevábamos cuatro kilómetros caminando. Nos metimos en esa agua, una de las más cálidas de todo el viaje. Fue repotenciador, los dolores desaparecieron, sólo podía pensar en lo bonito de nuestro país, en lo majestuoso de su geografía y en lo feliz que estaba por estar en la sabana junto a mis nuevos compañeros de aventura. Fue nuestro primer encuentro con los puri-puri. Después de bañarnos por un buen rato, fuimos con nuestro equipaje hasta una churuatica que nos iba a proteger de la lluvia pasajera que no nos esperábamos. Dejamos todo y nos fuimos a ver el salto, una cortina de 40 metros de ancho de aguas marrones pero no de lo sucia sino de lo rica en minerales. Resulta que existen unas algas que al morir se descomponen, haciendo que el agua se vuelva color marrón-rojizo. Único en el mundo.




Al ver esa cortina de agua no podía creer que de verdad estaba allí, ver la fuerza con la que caía el agua me hizo recordar cuando estuve en Canaima hace varios años, un viaje que me hizo reflexionar por mucha de las cosas que viví. Me senté en una piedra que si caía de allí no iba a sobrevivir por nada del mundo. Solo quería estar allí para sentarme y pensar, oírme a mi mismo, sentir el aire con olor a sabana que tanto extrañaba y darle gracias a Dios por todo lo bueno. Es un lugar con una energía inexplicable.




Luego de estar lo más cerca que pudimos del salto, nos fuimos río abajo, donde mi tío Chiche se lanzaba de unas piedras hacia el río y se dejaba llevar por la serena corriente. Como si fuésemos niños, no lo pensamos dos veces, seguimos a mi tío, no podíamos estar más felices, lo que hacíamos todos era reírnos por como cada uno se lanzaba. En ese momento, me puse a pensar en mi familia, en lo que es importate para mi, en esas cosas que nos llenan de verdad. Recordé a mi abuela, a mi mamá y a mi papá. Me puse a pensar en todo lo maravillo que tengo y que a veces por no salirme de la rutina, del día a día, no me doy cuenta. Por eso digo que este viaje fue único, me dejó muchas cosas buenas.

Las nubes venían hacia donde estábamos, el cielo se puso gris. Nos fuimos a la churuata de nuevo, en contra de nuestra voluntad porque solo queríamos seguir felices lanzándonos de esas piedras. Llegamos a la churuata y ya la brisa nos avisaba la tormenta que venía, sacamos impermeables, ponchos y colocamos todos los bolsos en el medio de la churuata. Estabamos decididos a esperar que escampara para seguir nuestro camino a Saro Wapo. No podía dejar de ver con asombro como una niña tenía un morrocoy de mascota, cual perro. Le amarró a la cola una tira y lo que hacía era arrastrarlo hacía ella cuando se iba. Lo que me sorprendió aún más es que sus padres no le decían nada, sabiendo que el animal estaba sufriendo. No les importaba. Pasó menos de media hora y escampó, decidimos irnos y agarrar carretera de nuevo, usando nuestros bienes más preciados, nuestras piernas. Caminamos aproximadamente 1 kilómetro hasta que Rafael, Génesis, Vanessa y yo vimos pasar un camión donde cabíamos todos en la parte de atrás. Lo que se nos ocurrió fue gritar “ LA COLAAAA”. Lo gritamos tan duro que el señor se detuvo y nos dejó subir, le dijimos que íbamos hasta Saro Wapo. Más adelante estaban los diez que faltaban, fue cuestión de segundos, lanzábamos los bolsos hacia adentro para subirnos, solo queríamos descansar, lo más triste de esta historia es que con toda esta emoción no nos acordamos de Manchita y Sarnosa. El señor arrancó con todos nosotros y vimos como a lo lejos corrían con todas sus fuerzas para alcanzarnos. Fue un momento que marcó mi vida, no lograba entender porqué se unieron tanto a nosotros, era como una señal, nos trataban de decir algo. Llegamos en menos de dos minutos al desvío hacia Saro Wapo, nos bajamos y lo que decíamos millones de veces era “gracias”. Nos había salvado de caminar dos kilómetros de subida.





Estábamos felices todos, solo faltaba llegar al campamento, nos faltaba un kilometro. Un señor con otro camión nos ofreció la cola a todos. La aceptamos. Yo no podía dejar de tomar fotos, nunca en mi vida había estado en una cola con 13 personas más y dos veces seguidas. Llegamos al campamento por fin, repleto de turistas, con música distinta por todos lados. Buscábamos un lugar con paz, nos fuimos hacía una colina que veíamos al fondo y parecía ser tranquila. Llegamos, armamos campamento y algunos nos fuimos a bañar en el río. ¡Qué agua tan fría! Nos secamos y fuimos a cenar, fue un banquete. Hicimos sopa de maíz que Eduardo había llevado y pasta con salsa de atún. Comimos demasiado, la barriga nos iba a explotar.


Al siguiente día teníamos planeado ir a caminar la sabana, conocer más saltos, tener más aventuras. No sabíamos lo que nos esperaba, horas caminando bajo el sol y justo un día antes de empezar nuestra caminata al Roraima. Estamos locos.




9 comentarios:

Unknown dijo...

Muy bueno. Espero leer el día tres. Te felicito

Unknown dijo...

Felicitaciones por este blog tan interesante que se que le va a servir de ayuda a muchos que les guste la idea de aventurar! Saludos mi gus

Unknown dijo...

¿Aburrido? Para nada!! Definitivamente para conocer Venezuela hay que tener una actitud decidida y optimista como la tuya, y lo tomo personal a mis 21 años creo que lo más bonito que conozco de mi país es Morrocoy. Quiero arriesgarme y conocer mi país!! Disfruto y aprendo mucho al leer tu blog. Espero más y más anecdotas. Éxitos!!

RicardO dijo...

Hola gustavo excelente tu blog, no sabia que te dedicaba a esto,te vi llegando al roraima y nosotros empezando a bajar, yo si creo que la vida cambia, después de visitar el roraima, que no es un viaje corrientes, es una gran experiencia, te felicito porque la mejor manera de amar, más a venezuela es conociéndola, tenemos demasiado territorio sin conocer, que tristeza que el turismo no sea nuestra principal riqueza, pero estoy convecida que llegará hacerlo, cariños valentina sabatino, creo que tiene un potencial, seras médico, aventurero de corazón y de vida, jaaa

Unknown dijo...

Mi entrada favorita, felicitaciones!! ;)

Unknown dijo...

Gracias por compartir tu experiencia viajando!!

Anónimo dijo...

Y,lo,demas?.

Unknown dijo...

Hola Gustavo! sin duda Roraima es un viaje que transforma, te mando un abrazo y te dejo mi experiencia: https://buendiamundo.wordpress.com/2015/02/16/travesia-roraima-ascenso-experiencia-consejos-e-itinerario/

Fue lindo conseguir tu blog, encontrarte apasionado por Venezuela me llena mucho porque al igual que tu, yo la amo. Viaje mucho por Venezuela hace algún tiempo atrás y luego decidí hacer este viaje en el que estoy hoy, 10 meses llevo viajando a dedo por Brasil y es apenas el comienzo de un largo recorrido por Latinoamerica.
Te abrazo y buenas rutas venezolanas. Siento falta de mi tierra <3

Santiago dijo...

que linda aventura.. que lindo es viajar, cuando dicen que te abre la cabeza es cierto, yo vuelvo renovado.
tengo unas ganas de sacar pasajes a san francisco o a las vegas, hace tanto tiempo que quiero ir pero todavia no llegue a juntar todo el dinero. cuando pueda, se que tendre una gran experiencia