28 septiembre, 2016

Historias de mi primer día en el Sudeste Asiático

   Era temprano en la mañana de un día de diciembre. Yo ya tenía en mis manos una guía de viajes muy completa sobre el país al que me dirigía. No iba solo, en Corea del Sur fui recibido por Kyung A, una amiga surcoreana que conocí en Canadá. Ella vivía a una hora en metro del centro de Seúl, la capital de este país asiático. Yo estaba muy ansioso, no podía contener mi emoción. Mi pasaporte con el escudo venezolano en mi mano, la ficha de vacunación contra la fiebre amarilla que sobresalía de mi documento y el pasaje impreso doblado, me recordaban que estaba cerca de emprender una nueva aventura. Ya todo estaba listo. El vuelo saldría a eso de las 9 de la mañana. Yo veía por la ventana del auto del papá de Kyung A, mientras su hermana Kyung Ju, quien nos acompañaría se sentó de copiloto hablándole a su papá un idioma totalmente desconocido para mí. Todo el camino hacia el aeropuerto pensé en lo increíble que se me estaba haciendo todo. Acababa de cumplir 18 años y ya estaba siendo parte de una aventura que jamás pensé que viviría a tan temprana edad.
Al llegar al Aeropuerto de Incheon - el más importante de Corea del Sur y desde donde parten la mayoría de vuelos internacionales - tomé mi mochila, una pequeñita. Aun no tenía mi preciada mochila grande, la que siempre había ansiado, la que me ayudaría a cumplir mi sueño de llevar conmigo una carpa, mi bolsa de dormir, una cocinita portátil, la que me permitiría llevar una parte de mi dentro.

Llegamos al counter de Vietnam Airlines, nuestro vuelo saldría para hacer escala en la ciudad de Ho Chi Minh en Vietnam y luego seguir hasta la gran metrópoli del sudeste asiático, a Kuala Lumpur, esa ciudad que confunde lo antiguo con lo moderno, la ciudad de la mezcla de culturas asiáticas, esa ciudad que me esperaba para que viera por primera vez a la verdadera Asia.


Esperando en Incheon mi nueva aventura
¡De la nieve al trópico!
El vuelo hasta Vietnam duró cinco horas, entre dormir y comer y volver a repetir lo mismo muchas veces. Al bajar ya sentía el calor del trópico. Venía del frío invierno de -22 grados centígrados que hacía en Seúl el día que partí para empezar a sentir los 30 grados de un calor que empezaba a agobiarme.

Recuerdo haber visto a Ho Chi Minh desde el avión cuando esperaba por aterrizar. Solo veía motocicletas por todos lados, en cada calle y avenida cientos de motorizados esperaban a que el semáforo cambiara de color para seguir en su ajetreada rutina.

Al bajar en la ciudad conocida por ser la capital mundial de las motos, mostré mi pasaporte a la policía vietnamita para que corroboraran que la visa que solicité meses antes en la embajada de Vietnam en Caracas, estuviera en orden. Serían dos horas esperando para abordar el nuevo avión. Mi espera estuvo cargada de curiosidad por ese país en el que estaría haciendo transferencia solo por tan poco tiempo. Me acerqué a una tiendita que estaba llena de arriba a abajo de muchísimos tipos de té y unos sombreros que son típicos en Vietnam con forma de cono más ancho que largo, que utilizan las personas en el campo mientras cultivan.


Bajando en Ho Chi Minh
Compré algo de té verde para cambiar unos dólares porque quería quedarme de recuerdo con unos dong, la moneda de Vietnam, mientras por el parlante del aeropuerto llamaban para que embarcáramos el avión que me llevaría a Kuala Lumpur, la capital cultural asiática, donde muchas culturas se mezclan para hacer una ciudad llena de muchos colores y sabores.

Abordamos el vuelo mientras yo reclinaba mi asiento para seguir durmiendo. No suelo dormir mucho en los vuelos porque me aburro, si no estoy viendo alguna película, estoy hablando con quien tengo al lado. En este vuelo me tocó dormir. No quería ver más películas de las que tenía esa aerolínea y la señora que tuve al lado todo el vuelo solo hablaba chino. Decidí dormir y solo pensar en lo sorprendente que sería llegar a mi destino.

Al estar llegando solo podía ver por mi ventanilla que estaba cayendo la tarde sobre bosques muy verdes mientras, a lo lejos, se veía una selva de concreto en la que podía avistar un par de rascacielos que mientras el avión aterrizaba se iban alumbrando de un blanco brillante. Fue la primera vez que ví a esas dos torres, gemelas, las más altas del mundo de este tipo, estaba viendo las Torres Petronas, una de las maravillas en la arquitectura moderna. Fue el momento en que me creí que de verdad estaba llegando.

Al bajar en el aeropuerto recuerdo la larga fila de personas esperando  sellar su pasaporte. Yo tuve que hacer otra fila para recibir una etiqueta de aprobación del cartón internacional de vacunación por ser residente de un país tropical. Esperé unos minutos con mi esquema de vacunación contra la fiebre amarilla, una enfermedad transmitida por mosquitos, en mis manos hasta que me la aceptaron y sellaron.

Al tener mi pasaporte sellado y con la etiqueta de aprobación del centro nacional de sanidad, tomé mi mochila de la correa y caminé por uno de los aeropuertos más grandes en los que he estado. Lo que me pareció muy diferente en este era su vegetación. ¡Sí! Entre los pasillos hay grandes lobbys con árboles inmensos separados del aeropuerto por vidrios inmensos.

Caminamos hasta la estación de tren de KTM, la empresa que maneja todo el sistema de subs y trenes de Kuala Lumpur. El ticket hacia el centro de la capital costó 35,00 RM, unos 9$, por persona. Me pareció caro, pero había que pagarlo, no había de otra.



Esperando el tren hacia el centro de KL
Nuestro hostal ya estaba reservado. Yo estaba muy pero muy emocionado porque sería la primera vez, sí, la primera vez que me quedaría en un hostal. No podía creerlo. Siempre había pensado que sería extraño compartir una habitación con otros viajeros, que eso de dejar mis cosas en el mismo lugar que otros podría ser peligroso porque me ponía a pensar que me meterían algo de droga o me robarían algo. Pero luego de eso me respondí a mi mismo “no seas gafo, quién va a querer robar algo de una mochila de alguien que de seguro tiene mucha ropa sucia”. También me respondía diciendo “pero es que los demás también piensan lo mismo, seguro tienen miedo de que los demás también le vayan a hacer algo a sus pertenencias”. Luego de pensar y pensar en mi camino al centro de Kuala Lumpur, me quedé tranquilo gracias a mis propias respuestas y vaya que sí estaba en lo correcto.

Hicimos transferencia del tren que conecta al aeropuerto con el centro para hacer un transbordo hacia la línea que une la estación principal de trenes con la estación Pasar Seni, la más cercana a nuestro hostal y a una cuadra del Mercado Central.

Al bajar de la estación ya eran eso de las 10 de la noche. Las calles se dejaban mostrar un poco sucias pero con gente aun caminando, preguntamos varia veces por la calle de nuestro hostal hasta que llegamos.

Vimos desde lejos un letrero que indicaba que allí era, habíamos llegado. Al subir al hostal Reggue House que queda en un segundo piso, sobre un bar, pude percibir el ambiente de ese lugar. Era una mezcla de buenas vibras que me hicieron sentir feliz. No sé si fue por ver muchos mapas pegados a las paredes, o simplemente por apreciar los posters con cientos de destinos en Malasia en los que me imaginaba o simplemente por ver hacia donde está el comedor y ver sonreír a los demás viajeros que allí estaban.

Al chequearnos y dejar nuestro equipaje en la habitación con varias literas y camas desarregladas decidimos visitar el bar del hostal en el que teníamos un cupón de descuento para un trago. Decidí verlo como motivo de celebración por haber llegado a la capital de Malasia, esa ciudad que se mostraba llena de cosas por descubrir, de templos por contemplar, de personas por conocer y de comidas para probar. Ya estaba aquí y se me hacía imposible no querer levantarme temprano al día siguiente y descubrir tantas cosas de las que me habían hablado.


Las paredes del bar del hostal
Mi mapa lo indica: estoy en Kuala Lumpur. Al despertar al siguiente día tomé rápidamente dos rebanadas de pan y las unté con mantequilla de maní con nutella, era lo mejor de todo en el hostal. Me di un baño y me vestí para recorrer la ciudad con Kyung A y Kyung Ju, dos surcoreanas que estaban ya sofocadas por el calor agobiante del trópico y la humedad de la época de diciembre y enero que caracteriza a esta parte de Asia.

Al salir pudimos ver las artesanías en el Mercado Central, todo lleno de banderas malayas, indicando que son una población muy nacionalista. En las afueras del mercado pude ver como en este país las culturas conviven unas con otras, malayos con chinos, hindúes con malayos, malayos con tailandeses y entre ellos, todos juntos, comparten una cultura mezclada pero no revuelta.


El Mercado más antiguo de KL
¿Qué estaría diciendo este señor?
Malasia por todos lados
Desde el Mercado Central, luego de ver cómo los malayos venden de todo en las calles. Lueg fuimos a uno de los distritos con mayor interés turístico, a Little India, la pequeña India dentro de Malasia. Es un lugar lleno de hindúes por todos lados, si te adentras más al barrio, empezarás a sentir el olor a curry y especias, oirás mantras y también personas hablando otro idioma distinto al malayo e inglés que son idiomas oficiales en Malasia.


En este distrito comí un plato hindú por 17 RM (unos 4,5 $ aprox) y fue la primera vez que comí un plato de este tipo con las manos. Les explico algo, en La India existe la tradición de comer con la mano porque los hindúes consideran que la comida es algo sagrado y que por ello se deben utilizar todos los sentidos, incluyendo el tacto. También consideran que el uso de la mano izquierda es vulgar y poco educado (por ser la que se utiliza al lavarse luego de defecar), por eso lo correcto y más educado al estar mezclándote entre la cultura de La India es que uses tu mano derecha para comer.


Un colorido templo hindú
¡A usar la mano!
Al caminar por el centro de la ciudad pude ver templos budistas, mezquitas islámicas como Masjid Negara, la Mezquita Nacional, donde hay un lugar de oración inmenso, con salones y áreas comunes cerradas para turistas no musulmanes y otras abiertas para que uno pueda ver como este país tiene a la religión islámica como su principal creencia y donde ves tal arraigo por sus normas que te hacen colocar una túnica larga, hasta los tobillos llamada Suriyah, a los hombres, mientras que a las mujeres no solo le piden usar la túnica sino que también como requisito para poder ascender las escaleras que dan hacia el templo principal, le piden que utilice un Hijab que es una especie de velo que no cubre el rostro.



¡Masjid Negara!
Con mi Suriyah puesta me sentía parte del Islam
Parte de la mezquita me hacía sentir en el medio oriente
Las mujeres, además del Suriyah, utilizan un Hijab
Luego de recorrer este templo por un rato y sentir el fervor de este pueblo por Ala, ver sus reverencias y sus lecturas muy largas del Corán, seguimos recorriendo la capital malaya que muchas veces me recordaba a Caracas, por sus paredes con grafitis, parques muy verdes en medio de la ciudad y un río contaminado que atraviesa toda la metrópoli.

Volvimos a entrar al RapidKL, el sistema de transporte que conecta la ciudad de Kuala Lumpur mediante trenes con vagones pequeños que te van mostrando la ciudad poco a poco, ya que son muy pocas las partes en que se vuelve subterráneo. El ticket tiene un costo por viaje dependiendo de lo lejos del destino al que vayas. Los precios varían entre 1,50 a 4,50 RM por ticket (Es decir, entre 0,50 a 1,25 $). Fuimos desde la Mezquita que está en la estación Kuala Lumpur hasta la estación Bukit Nanas, la cual te lleva a la entrada de la KL tower.


Mi recuerdo de Caracas en Asia fue en este lugar
De nuevo a usar el KTM
El metro y las Petronas 
¿A dónde quisieras ir estando allí?
La gran ciudad del sudeste asiático
La KL tower es uno de los edificios más prominentes y famosos de la capital malaya y del país entero. Es una torre de comunicación que es la séptima más alta de este tipo en el mundo y desde donde se puede ver una vista impresionante de Kuala Lumpur entera. Con sus 421 metros, y su último piso con una vita de 360°, considero que es el mejor lugar para apreciar las imponentes Torres Petronas, las torres gemelas más altas del mundo.



Se asoma la KL Tower en medio de los edificios
Directo hasta la cima
El ticket  para subir al mirador de la KL tower tiene un costo de 47,00 RM para extranjeros (unos 11,50 $), para que puedas ver la ciudad como es de verdad, te recomiendo que subas en la noche. Ten en cuenta que la hora tope de admisión es a la 9:30 de la noche.


Esta es la increíble vista de la ciudad desde la torre
Luego de admirar la selva de concreto que seguía con mucha vida a eso de las 10 de la noche, fuimos a visitar uno de los distritos comerciales más importantes de Malasia, Bukit Bintang. Esta zona de KL está llena de tiendas por departamentos, hoteles y centros comerciales enormes. Yo fui para ver la inmensidad de esta ciudad, en este distrito de compras donde también el arte toma las calles.



Un distrito muy costoso en plena capital malaya
El arte en Bukit Bintang
Les confieso que en este día no gasté mucho en comida -solo el plato de comida hindú hasta la noche- porque llevé muchos snacks que había comprado en Corea y con eso aguanté el hambre. Ya pasada las 10pm fuimos directo a una calle muy famosa en el mismo distrito de Bukit Bintang llamada Jalan Alor, donde hay muchísimos localcitos de comida rápida y restaurantes que sirven platos suculentos.

Muchos vendedores te ofrecen su menú desesperadamente, al final tú eres quien decide dónde comer. Nos sentamos en el lugar donde los platos se veían más ricos y generosos. Yo escogí comer pescado que venía con una salsita un poco amarga que hacen con muchas especias que según le entendí al señor que nos atendió, las traen de Sri Lanka, una isla que es país que queda al este de la India. El plato fue la gloria, yo me sentía feliz. Era mi primer día en el sudeste asiático y ya había hecho muchísimas cosas, había visto la ciudad de Kuala Lumpur, la metrópoli intercultural de Asia, que esconde muchos misterios y distintas culturas, una ciudad que se mostró imponente.


Aquí viene la mejor parte: ¡la comida!
Mi pequeño pescado
Si quedaron con ganas de saber cómo fue mi segundo día en Malasia espero que estén atentos a mi próxima publicación, vienen más templos misteriosos e historias de culturas únicas.

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola me encanto tu post me será de mucha utilidad tus tips ahora en mi viaje, tengo pensado rentar un auto me podrías recomendar alguna agencia de renta de autos así de buena como maxirent http://www.maxirent.com.mx/tarifas.php?Autos para rentar una auto .